Comienza con una dulce tonada. Así como ella, tú te acercas de forma suave pero decisiva.
Mi corazón palpita fuertemente en mi pecho, y lo escucho retumbar en mis oídos. Dulce y amargo, así como yo, cada vez que te veo.
Tomas mi cintura suavemente y yo, sin pensar, te sigo. ¿Quién diría que algo tan complicado podría ser tan natural?
Nuestros cuerpos se mueven al son de la música, entrelazándose como dos estrellas fugases, perdidas en la belleza de la tranquilidad ajena. Sin saber que, en realidad, son como dos gotas de agua.
Caigo sin darme cuenta. Más tú me atrapas y, con tu mirada, me dices todo lo que necesito saber.
Vuelves a levantarme. Y ahora es mi turno de guiarte.
Me acerco a ti; te miro de frente y, con todas mis fuerzas, tomo la valentía para sostenerte en mis brazos.
Tu calor, tu hipnotizante aroma, toda tu esencia y vivacidad llegan a mí en ese momento.
Dudo por un instante. Más aquello no dura mucho.
Mis pasos, al principio evidencia de timidez, se vuelven más y más seguros. Hasta que llega el momento de la verdad.
No se si fui yo, si fuiste tú. Pero en ese segundo, mi corazón explotó.
Volviste a tomarme entre tus brazos. Una de tus manos sostenía mi espalda y la base de mi cuello. Mientras la otra viajaba por mi pierna, manteniéndola en el aire.
Casi no puedo respirar. Por el contrario, puedo sentir tu aliento sobre mi.
Mis pensamientos se vuelven cada vez más confusos a medida que te acercas.
Mi mano se desliza por tú cara, la distancia se vuelve cada vez más corta...
Aún así, nuestros labios no llegan a tocarse. Después de todo esto no ha terminado, y los besos siempre son el gran final, ¿no?
Me reincorporo rápidamente y doy un giro, más tu me sostienes. Y vuelves a arrastrarme a aquel dulce infierno que son tus brazos.
No me queda más que hacerte esperar. Empiezo a moverme a tu alrededor.
Observo todos tus rincones, aunque, al parecer, tú no te das cuenta. Tal vez por que te ocupas en observar los míos.
En ese instante, me percato de algo.
¿Que estoy haciendo?
Me acerco a ti. No aguanto más, solo quiero hacerlo.
Te tomo entre mis brazos, mientras me envuelves en los tuyos. Y, simplemente, nos dejamos llevar.
Mi corazón palpita fuertemente en mi pecho, y lo escucho retumbar en mis oídos. Dulce y amargo, así como yo, cada vez que te veo.
Tomas mi cintura suavemente y yo, sin pensar, te sigo. ¿Quién diría que algo tan complicado podría ser tan natural?
Nuestros cuerpos se mueven al son de la música, entrelazándose como dos estrellas fugases, perdidas en la belleza de la tranquilidad ajena. Sin saber que, en realidad, son como dos gotas de agua.
Caigo sin darme cuenta. Más tú me atrapas y, con tu mirada, me dices todo lo que necesito saber.
Vuelves a levantarme. Y ahora es mi turno de guiarte.
Me acerco a ti; te miro de frente y, con todas mis fuerzas, tomo la valentía para sostenerte en mis brazos.
Tu calor, tu hipnotizante aroma, toda tu esencia y vivacidad llegan a mí en ese momento.
Dudo por un instante. Más aquello no dura mucho.
Mis pasos, al principio evidencia de timidez, se vuelven más y más seguros. Hasta que llega el momento de la verdad.
No se si fui yo, si fuiste tú. Pero en ese segundo, mi corazón explotó.
Volviste a tomarme entre tus brazos. Una de tus manos sostenía mi espalda y la base de mi cuello. Mientras la otra viajaba por mi pierna, manteniéndola en el aire.
Casi no puedo respirar. Por el contrario, puedo sentir tu aliento sobre mi.
Mis pensamientos se vuelven cada vez más confusos a medida que te acercas.
Mi mano se desliza por tú cara, la distancia se vuelve cada vez más corta...
Aún así, nuestros labios no llegan a tocarse. Después de todo esto no ha terminado, y los besos siempre son el gran final, ¿no?
Me reincorporo rápidamente y doy un giro, más tu me sostienes. Y vuelves a arrastrarme a aquel dulce infierno que son tus brazos.
No me queda más que hacerte esperar. Empiezo a moverme a tu alrededor.
Observo todos tus rincones, aunque, al parecer, tú no te das cuenta. Tal vez por que te ocupas en observar los míos.
En ese instante, me percato de algo.
¿Que estoy haciendo?
Me acerco a ti. No aguanto más, solo quiero hacerlo.
Te tomo entre mis brazos, mientras me envuelves en los tuyos. Y, simplemente, nos dejamos llevar.
...
Despierto en una habitación conocida. Y, al girarme, te observo descansar a mi lado.
Tus dulces labios. Tus largas pestañas. Tu suave cabello, siendo acariciado por los primeros rayos del sol.
Te hacen lucir casi angelical.
Me acomodo junto a ti, mientras esbozo una sonrisa. Y no puedo evitar preguntarme... ¿qué bailaremos hoy?
Escrito el 09 de Octubre de 2015
1 comentario:
¡Qué baile tan romántico y apasionado! Me ha gustado el efecto que da en el texto que el narrador hable en presente. También me ha gustado el estilo en el que está escrito.
Un saludo :)
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