¿Sabes qué extraño? escribir en mi blog.
Cuando la vida era más simple y yo aún era una niña
desorganizada pero empeñada en lo que hacía, eso era parte de lo que me gustaba
hacer. Cuando amaba los libros y las letras sin mucha conciencia, cuando
parecía mejorar años luz en lo que me proponía al paso de unos días.
Cuando todo el arte maravilloso me hacía apuntar y decir
"yo quiero hacer algo así". Cuando los límites los ponía el cielo, nada estaba escrito y el futuro no parecía tan
cercano.
En ese entonces todo era nuevo y todo era entusiasmo por lo
que podía pasar. No conocía los corazones rotos ni las decepciones al emprender
en tal o cual cosa, ni los dolores que vienen con enamorarse. No conocía la
nostalgia como la conozco ahora ni la alienación de dejar a fuerza la vida que
conoces. Era una niña.
Hoy, a mis 17 años, puedo decir que conozco esas cosas al
menos un poco. Mi forma de ver el mundo ha cambiado, como reacciono y como
percibo mi alrededor.
Y sin embargo, sigo siendo yo.
En mi epicentro soy la misma persona de siempre. Me gustan
las artes, amo las palabras, quizá sea un poco extraña pero para mí sería un
honor, y aparentemente veo belleza donde otras personas tal vez no (para mí
sería un honor pero también una pena).
Sigo siendo Mariana, sigo siendo Sophía y sigo siendo mi
nombre completo. Sigo aspirando a mejor y sigo volviendo aquí cada cuanto para
hablar de ello. No sé muy bien por qué, solo me siento bien haciéndolo. Quizá
se ha vuelto como un ritual y quién sabe hasta cuándo seguiré haciéndolo. O si
un día pararé.
Supongo que escribir sobre lo que me pasa y sobre las cosas
que tienen un impacto en mi vida es parte de lo que soy. Y la idea aunque sea
remota de que alguna persona las lea y me responda, o al menos empatice con
ellas, se me presenta atrayente desde siempre (supongo que podemos culpar a
todas esas películas de chicas escribiendo en diarios que vi y disfruté durante
mi infancia y pre adolescencia de ello, al menos un poco).
Así que podríamos decir que escribir y publicar esto no
tiene ningún propósito en particular. Y a la vez tiene todo el propósito del
mundo.